miércoles, 25 de mayo de 2011

Cabezada 6: Lo que le debo a Bar Refaeli

Queridos, y escasos,  lectores de Malas Testas,  yo no voy a engañaros con las estadísticas. Me acerco a la visita número mil en  casi dos meses de vida del blog pero los designios de google no son inescrutables. Al revés, son tan obvios que me veo en el deber de rendiros cuentas al respecto.  Es un hecho que sois muy pocos, pero selectos,  los lectores asiduos, me ahorraré el ditirámbico y mesiánico adjetivo "fieles", de este blog. Es normal, a muy poca gente le puede interesar las bobadas de Tirso Malatesta. No creo que seais más de diez, encima discretos, lo cual es loable. Pero vosotros no sois los que, con vuestras lecturas,  engrosais de manera exponencial las visitas del blog y el ego del que lo suscribe. No. La responsable es Bar Refaeli; mejor dicho, la foto que tengo de ella en mi segunda cabezada  Rosas de Piedra. Así lo he comprobado en la opción estadísticas de blogger que te permite ver las búsquedas que han llevado a pinchar el blog. Y la principal causa es la modelo israelí. En segundo lugar pero muy rezagado, el tema del tartamudeo ha causado algunas visitas al post Tartamudos de moda y tengo un caso curioso de una búsqueda de Rafael Montesinos procedente de Rusia. Curiosos los exploradores que llegan a mi blog.






Yo pretendiendo hacer un blog cultureta-friki y resulta que las visitas más numerosas,  y me temo que fugaces, se las debo al público de forocoches o sitios web aún mas chusqueros. Bienvenidas sean. De hecho voy a dedicarle a mi nuevo publico "target" una entrada sobre chicas guapas que espero me lleve en volandas a la visita dos mil en tiempo récord. Como entremés para mi nuevo público, y en homenaje a la musaraña a la que le debo tantas visitas, aqui teneis otra fotaca  de Bar Refaeli  (he intentado, sólo para quedar bien ante mis posibles lectoras, ser lo menos soez posible).



PD: los zapatones son taco de feos,  por cierto.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Cabezada 5: Semana de indignación y ciudadanía

Siempre he pensado que uno no elige los libros que lee sino todo lo contrario, son los libros los que eligen a sus lectores tras un proceso casi mágico de asociación de ideas, de simple encuentro visual o de intuición que nos hace coger ese libro de título sugerente, portada atractiva y no otro. La semana pasada cayó en mis manos, literalmente,  la versión original de "¡Indignaos!", de Stephane Hessel, justo después de haber vuelto a leer "la Resistencia" de Ernesto Sábato en memoria por su desaparición.


 ¿Casualidad? Sería tonto afirmar esto. Máxime cuando me entero el domingo de que  estamos viviendo,  al fin,  un proceso de movilización ciudadana en España ante una situación que bien lo merece.  Me alegra porque estamos perdiendo el miedo paralizador y conformista que nos ha hecho cómplices de lo que está pasando, que ha sido un fracaso de toda la sociedad española, por acción u omisión.

No voy a ponerme panfletario o iluminado pero me parece que a la sociedad española le falta ciudadanía y le sobra caracter súbdito y todas estas manifestaciones de indignación pacífica son una muestra, espero, de cambio en este sentido. Los dos textos de Hessel y de Sabato, escritos en el último tramo de sus respectivas largas vidas, estan dirigidos a la juventud, siempre tan denostada, para que encuentre motivos de rebeldíapacífica ante las injusticias del mundo. 

La guinda a esta semana de indignación la pone el director sátiro del FMI, Fondo Monetario Dictatorial. Si es verdad de lo que se le acusa, aparte de ser un escándalo vergonzoso, el director es otro ejemplo de político sátrapa, deshumanizado y abstacto; sin duda,  otro motivo de indignación para todos los ciudadanos. Como afirma magistralmente un tweet: 



Estas manifestaciones en España al  menos dan la ilusión de que el ciudadano ha de exigirle muchísimo más al político, y sobre todo devuelven una cierta sensación de libertad, al menos para protestar. Nos creemos que somos libres pero apenas lo somos. Apenas lo hemos sido en estos últimos años de falsa opulencia, como ya presintieron los Planetas en el 2007. Pero claro, en ese año no había derecho a ser pesimista ni cenizo. No se podía ver que la gallina de los huevos de oro a la que todos estrujábamos era en el fondo un ave de rapiña. Por favor, si todavía éramos ricos,  si podíamos endeudarnos, comprar, vender, gastar... claro, éramos esclavos con cadenas de oro y el pesismismo o la reflexión sobre la sostenibilidad o justicia del sistema estaban proscritos. Ahora somos incluso menos libres pero igual estamos menos atontados.

 Pero allí estaba Jota, para recordarnos la falta de libertad en la que hemos vivido:



jueves, 5 de mayo de 2011

El héroe en su tumba

"Es duro morir en primavera " (Jacques Brel)

Hay autores que hacen que recordemos la lecturas de sus libros como momentos de  comunión con ellos a través de sus ficciones, como unos momentos también de comunión total con nosotros mismos, que vamos descubriendo parcelas de nuestro ser incógnitas hasta ese entonces. No quiero ponerme elevado  pero sólo unos pocos autores han sido capaces de suspender así mi tiempo y mis circunstancias cuando he leido sus libros. Y uno de ellos nos ha dejado hace poco.

Leemos libros y pensamos  sobre sus anécdotas, sus lineas argumentales, sus chistes, sus estilos, sus tramas... y nos creemos cultos por ello. Después pasa el tiempo y los vamos olvidando, los vamos mezclando unos con otros, pero raros son los autores que hacen que nos recordemos a nosotros mismos leyéndolos, que nos den conciencia de ser algo al leerlos.


Uno de esos autores, que tanto me ha enseñado sobre mi mismo, que ha hecho que aún sepa perfectamente el lugar y los detalles que rodearon la lectura de sus libros, a quienes amaba y odiaba, que, en definitiva, ha hecho que fije y recupere parte de mi ser porque en eso consiste la memoria, en no dejar de recuperarnos a nosotros mismos, nos ha dejado hace unos días. Era argentino, era universal y nos ha dejado un mundo que sin él  es más mediocre. Desde aquí me invade un cierto sentimiento de orfandad, sólo  soslayado por la obra que nos deja, corta en número pero voluminosa en contenido y de una profundidad abisal. Era Ernesto Sábato y será siempre Ernesto Sábato.

.