viernes, 15 de abril de 2011

Cabezada 3: Tartamudos de moda

Si señor, los tartajas, todos con muy mala cabeza, estamos de moda gracias al "Discurso del Rey" una película más edulcorada que un merengue con un actor que parece un busto de piedra (rematado con oscar)  y que interpreta al mismísimo Rey de Inglaterra con problemas de fluidez.  El happy end que busca la emoción facilona me ha sublevado.  Helena Bonham Carter hace de Helena Bonhan Carter desde hace más de 30 años, desde Una habitación con Vistas.  Y cada vez lo hace mejor. Algún día dejará de actuar como H. B. C. para ser realmente H. B. C.  Sin embargo, me gustó  la escena en la que el terapeuta sin títulos (muy bien Rush)  le hace al Duque de York no oir lo que lee en voz alta. Digamos que  viví esa experiencia en persona y me dio conciencia de que era capaz de hablar si no me escuchaba tanto a mi mismo.






De todas maneras, el tema de la película me parece tramposo, pobrecito el rey que es tartaja, como si necesitáramos una figura por todos respetada para compadecernos de dicha peculiaridad, como si hubiera que justificar  la comprensión y el respeto que nos genera  si es sufrida por un rey o un personaje famoso. He recorrido páginas web en las que hay listas de escritores, pintores,  artistas que eran tartamudos. Reconozco que me reconfortó pero nos pone el listón a los tartamudos muy alto para que nos sintamos bien.


Jorge Luis borges

Vamos que hay que ser Borges para que los tartamudos, afásicos o como nos quieran llamar, nos podamos sentir aceptados. No me extraña que terminemos casi todos chalados o megalómanos. Yo he usado sinónimos que no venían al caso, he colgado el teléfono a la hora de tener que decir algo o he recurrido a giros perifrásticos para evitar palabras resistentes desde un punto de vista oclusivo, aunque en la mayoría de las ocasiones o me estrellaba contra las palabras o me callaba y mi mala cabeza seguía las conversaciones sin alzar la voz con una sensación triste de huída, sobre todo de los demás. A los 18 años leí Bomarzo,  el novelón de Mujica Lainez, y aprendí que era demasiado fácil culpar de  nuestra triste vida a los defectos que tenemos, tal y como hizo Pier Francesco Orsini con su joroba.


[bomarzo.jpg]


  Antes de que salten los culturetas, precisar que el cuadro, de Lorenzo Lotto, no es realmemente un retrato de Orsini, pero es usado como portada de la  novela y nuestro jorobado defiende en el libro que sí es él. Mejor la ficción que la realidad.  Este cuadro está en Venecia. Tuve la suerte de encontrarme con él hace unos años y mantuvimos una pequeña charla muy fructífera, de jorobado a tartaja.

De todas maneras, algo positivo que tenemos los tartamudos, todos con muy mala cabeza,  es que nos pensamos muy bien lo que decimos porque nos cuesta mucho expresarlo. Jamás escucharéis ninguna estupidez procedente de un tartamudo. Nunca. En todo caso, la estupidez expuesta será plenamente consciente. Algo bueno teníamos que tener.

Pobres logopedas, foniatras, psicólogos, homeópatas, chamanes, espiritistas... ninguno consiguió nada conmigo... mi escepticismo y mi poca fe en mí, y por tanto en los demás, tiraba por tierra  cualquier método aplicado a mi mala cabeza.  Cuántos maravedís gastados por mis padres... para construir otra catedral hispalense. Era mejor regodearse. Pero la cuestión debería ser mucho más sencilla.  Hay que dejar de huir. La tartamudez no es un problema del que habla sino del que escucha, mucha de la tensión que se nos produce al hablar y que nos provoca el bloqueo se debe a la actitud del oyente que neurotiza al tartamudo cuando nos acaba las frases, se  pone nervioso compadeciéndose de nosotros o está tan acomplejado consigo mismo que siente vergüenza ajena ante los defectos de los demás. Erradicar de nuestra mala cabeza el qué pensaran de nosotros es lo que más cuesta y sólo se logra con los años.  Si al tartamudo no le importa lo que piensen de él, a sus oyentes no les afectará el hecho de que tartamudee y aquél acabará por aceptarse. Para todo este proceso reirse de sí mismo es una gran herramienta,  quita todo poder posible de ofensa  que creemos que los otros puedan tener sobre nosotros, los no fluidos.

 Y para dominar la técnica de cachondearse de uno mismo, tenemos al  maestro Allen, que tanto me ha enseñado.




Volvamos al tema de la tartamudez en el cine. Hay personajes tartamudos en muchas películas, pero yo me quedo con uno que me impactó bastante en mi juventud:  Dan Love, en "El niño que gritó puta" de Juan José Campanella. El tema de la pelicula no es la tartamudez, es mucho más complejo y oscuro, pero en las escenas donde el chico tartamudea se refleja de manera impecable lo que podemos sentir al no poder expresarnos;  Dan muestra toda su fragilidad dentro de su extrema dureza.





Sin embargo ambas películas dan a entender que la tartamudez está asociada a infancias difíciles y yo me pregunto qué es una infancia fácil.

De todas maneras falta, que yo conozca, una obra que refleje con precisión el mundo de la tartamudez, porque a lo mejor, hemos permanecido callados demasiado tiempo, no queriendo hablar de nosotros mismos, como sí hicieron, con tartamudeos, los Who:






4 comentarios:

  1. Concedo que un tartamudo no diga tonterías. Nada impide, en cambio, que las escriba.

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  2. Siempre de manera voluntaria, querido Anonimo, siempre de manera voluntaria, como muestra este blog precisamente

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  3. Muy buen post, me ha gustado tu reflexión porque dices cosas que nunca me había planteado. Aunque a mí sí me gustó la peli! :( Entiendo que para ti tenía una dmensaión extra.
    Saludos.

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  4. Muchas gracias por tu comentario, Porerror. La lectura de tu blog me ha animado mucho a empezar el mío.

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